El riego es una técnica milenaria que le permitió al hombre adaptarse a las condiciones adversas de la naturaleza y cultivar en regiones donde las lluvias escaseaban.

 

El riego inteligente consiste en adaptar la técnica de riego según las herramientas de gestión que se encuentran disponibles en la actualidad. Con un bajo impacto medioambiental y de una forma mucho más eficiente, se logra potenciar la rentabilidad de la actividad.

 

Con una gestión inteligente del manejo del riego, se determina con mucha más precisión el volumen de riego y el período óptimo para regar. También se deben tener en cuenta la fertilización, el control fitosanitario y los aspectos climatológicos y económicos. Con el agua de riego como medio, las técnicas específicas de fertilización, como el fertirriego, y de control fitosanitario, como la quimigación, pueden llevarse a cabo con gran éxito. El riego por aspersión puede, incluso, contribuir al control de las heladas y la humedad relativa del aire, lo que permite lograr un mejor microclima para determinados cultivos.

 

Como ayuda para la gestión, se encuentran disponibles varias técnicas e instrumentos cada vez más modernos, como los sensores de cápsula porosa y de capacitancia (miden la humedad del suelo y la velocidad con la que esa humedad se extrae) y las estaciones meteorológicas (calculan la evapotranspiración y hacen un seguimiento en tiempo real de las condiciones climáticas locales).

 

La gestión o el monitoreo del riego se puede realizar teniendo en cuenta la planta, el suelo o el clima, o asociando todos esos aspectos, los cuales se diferencian en los estados fenológicos del cultivo según el mayor o menor grado de sensibilidad al estrés hídrico y sus efectos en la productividad.

 

Esos datos importantes que ayudan en la toma de decisiones se encuentran disponibles en tiempo real, lo que permite el control a distancia de uno o varios equipos con total seguridad.